El otro día, leyendo uno de mis blogs favoritos, y que descubrí hace poco, vi este post.
Y de repente me acordé de una de esas miles de cosas que siempre tienes pendientes por hacer... una de esas cosas que quieres hacer en vacaciones, cuando tienes tiempo, pero que luego no haces porque siempre surge algo más urgente, o simplemente, porque llega vacaciones, y te olvidas.
Ir con mi hija a la biblioteca.
Asi que este martes nos fuimos las dos a la salida del cole. Mi hija iba entusiasmada, le habia avisado de que era como una ludoteca, pero con libros, no con juguetes. Que había una sala infantil, y que en ella podía ver miles de libros para niños, y que podía leerlos allí y llevarlos a casa, para cuidarlos muy bien y devolverlos una vez leidos.
La verdad es que verla tan ilusionada me hizo temer que quizá se pudiera desilusionar... pero para nada.
En primer lugar: eso de sacarse un carnet con su foto, es algo muy importante.
En segundo lugar, la sala infantil me gustó muchísimo, incluso a mí. Eso de poder coger libros, ojearlos, leer un poco de los que parecían más interesantes, ver a otros niños hacer lo mismo... Como que nos tiramos dos horas y parecieron dos minutos. Además, cogimos dos libros para ella y otro para mí.
Ayer volvimos de nuevo. Y de nuevo la misma ilusión, las mismas ganas...
Yo aprendí el amor a los libros, más bien, el amor a la lectura, de mis padres. Mis padres tenían una biblioteca tremenda, en el despacho de casa. De libros que se podían tocar, coger, pasar hojas, sin pedir permiso, desde muy niños. No eran libros de adorno o de no los toques que se rompen. Es cierto que alguna hoja hay por ahi un poco lastimada, víctima de niños (mi hermano y yo) igual un poco torpes... pero nunca me reprendieron por coger un libro. Las únicas disputas que hubo en mi casa, ya de más mayores, era por leer el primero el periódico...jajajaja... Es que cogerlo después de que lo ha leido otro supone que igual ya está un poco descoyuntado... sobre todo el Heraldo de Aragón... los que me leais de Zaragoza recordareis el tamaño sábana que tenía Heraldo hasta hace unos 15 años... mi padre se tapaba la tripa con él cuando se dormía la siesta en el sillón...ajjajajaj.
En mi casa no hay tantos libros, no tengo tanto espacio... pero mi hija ya me ha reordenado las estanterias unas cuantas veces: por colores, por tamaños, por bonitos-feos... Por el camino, lee algún que otro título, o me va preguntando si este lo he leido o no y si me gustó.
Creo que es muy importante el amor a los libros: te ayudan a expresarte mejor, a no tener faltas de ortografia, a adquirir vocabulario... pero hay algo más, y que es más importante: te abren mundos que de otro modo no conocerías, sean reales o fantásticos, te ayudan a alejarte de lo feo que te rodea, de lo que te preocupa o pone triste... es como si todo desapareciera...